Las monarquías centralizadoras.
La organización política que nació en el siglo XV y caracterizó a la Edad Moderna fue la monarquía. En ella, los reyes alcanzaron poder soberano sobre un territorio y sobre la gente que vivía en él. Para lograr ese poder, los reyes tuvieron que enfrentarse con la Iglesia y la alta nobleza (los grupos más favorecidos durante la Edad Media), a las que buscaron someter. Para ello contaron con el apoyo del grupo emergente de la burguesía y con la baja nobleza. Además, suprimieron algunos privilegios de la población común (como los municipios de las ciudades) e impusieron nuevos tributos a los sectores populares. Estos últimos serían la principal fuente de ingresos de las nuevas monarquías.
Además del apoyo de la burguesía, las monarquías supieron aprovechar también la renovación de los estudios del Derecho: contrataron a juristas y expertos formados en las universidades más importantes, que respaldaban “legalmente” las atribuciones pretendidas por los reyes. Estos juristas fomentaron la restauración del derecho romano, que le otorgaba mucho más poder al rey que el derecho tradicional.
La administración de justicia, el reclutamiento de los ejércitos y el cobro de tributos fueron algunas de las atribuciones que los reyes debieron recuperar.
El fortalecimiento del Estado
Durante el siglo XV, los reyes crearon algunas instituciones que se fortalecieron en las monarquías de los siglos subsiguientes.
Los consejeros del rey conformaban un grupo de nobles y obispos leales que lo asesoraban.
Los funcionarios eran también hombres leales al rey y conocedores de las leyes. Se encargaban de hacer cumplir las órdenes reales en todo el territorio del reino.
La diplomacia estaba conformada por embajadores, a través de los cuales el rey regulaba las relaciones con otros Estados.
Los ejércitos permanentes fueron fundamentales para mantener la autoridad del rey dentro del reino y hacer valer su poder en el exterior.
La concentración del poder que estaban llevando adelante algunos monarcas no fue igual en todas las regiones sino que, por el contrario, fue un largo proceso que tuvo diferencias locales. Por ejemplo, en lo que serían las futuras España, Francia y Gran Bretaña se fueron fortaleciendo las monarquías, en tanto que en los territorios de Italia y Alemania siguió predominando la fragmentación.
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