Entre el siglo VII y VI a. de C. se produce en el mundo griego una transformación muy importante desde el punto de vista filosófico: aparece un modo nuevo de tratar el ámbito del mundo físico. Este nuevo modo se ha considerado como el origen de todo filosofar y surge precisamente como crítica del mito. Son los llamados filósofos presocráticos quienes se encargaran de llevar a cabo esta transformación.
El mundo en el que viven los presocráticos es un mundo religioso donde juegan un papel fundamental los mitos: conjunto de narraciones y doctrinas tradicionales de los poetas que daban una explicación del mundo. Tras estas explicaciones mitológicas subyace una actitud intelectual, un esquema mental: las fuerzas naturales se personifican y divinizan. Los fenómenos naturales están en relación de dependencia absoluta con la voluntad de los dioses, quedando sometidos, por tanto, a la imprevisibilidad y arbitrariedad, haciendo imposible con esto el conocimiento científico de la naturaleza. Este saber ofrece una explicación total de los acontecimientos, transmitidos de generación en generación. Por ello, nos encontramos ante un saber absoluto, aunque irracional, porque se fundamenta únicamente en la autoridad de la tradición y el asentamiento social.
Frente a este tipo de explicaciones se desarrollará de forma progresiva el discurso filosófico. Éste se caracterizará por buscar un orden inmanente en la naturaleza que nos pueda dar una explicación de la misma sin tener que remitirnos a los avatares y caprichos de los dioses. Es decir, frente a las explicaciones mitológicas nos hallamos ante un intento de explicación racional de los fenómenos naturales.
Esta explicación racional comienza con la idea de necesidad, y a ella se irán vinculando otras ideas como la permanencia o constancia: forma de ser constante y permanente que subyace a los cambios (esencia). Así se irán formando una serie de conceptos opuestos de dos en dos cuyo entramado irá constituyendo el sistema de coordenadas de su explicación racional: permanente/cambiante, esencia/apariencia, unidad/multiplicidad. De tal manera que aparecerá la idea de que los sentidos no bastan para ofrecernos conocimiento, dado que sólo nos informan de lo cambiante, de lo aparente, de la multiplicidad. Hace falta un esfuerzo intelectual, el de la razón, para alcanzar el ser de las cosas.
Así, pues, aunque no pueda hablarse de un abandono total del mito, se ofrece por primera vez un saber distinto del familiar, un saber elaborado a partir de una especulación racional y deductiva, y en el control experimental de la naturaleza.
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